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Hasta el 22 de Junio de 2012
Poco antes del cuarto milenio antes de Cristo, hicieron su aparición en la historia los primeros sistemas de escritura como una manera de registrar la palabra hablada y el pensamiento del hombre. A los sistemas logográficos, como la escritura china, que representan en un morfema una palabra completa, le siguieron otros más precisos, como el abúgida, en los que cada signo simboliza a una consonante ligada a una cierta vocal, y más tarde los sistemas alfabéticos, todavía más detallados. En el siglo XIX, la fotografía se sumó a los artefactos de contar el pensamiento, de exhibir el mundo, de mostrar las diferentes formas que tiene el alma.
La ausencia indescriptible que está presente en el vapor de las nubes, en la ósmosis de las plantas, o en el amor por un hijo, tuvo, desde el principio de la memoria del hombre, varios nombres: conciencia, psique, alma, espíritu. Y, desde siempre, la humanidad ha intentado mostrar esa presencia.
Las fotografías de Emiliano Fernández son justamente el registro de eso que no está. Porque, ¿qué son, si no estas fotografías de las marcas misteriosas hechas por endriagos en los árboles, del dibujo de años de lluvias en un muro, de los pescados que navegan en las aceras, de las redes que encierran paredes, de las ventanas abiertas en troncos de árboles, o de pájaros encerrados en jaulas de papel? Imágenes hilvanadas en un largo viaje iniciático por países lejanos.Registro de la ausencia alimentado en recuerdos que se vuelan rápidamente. Materias plasmadas como una estampida del alma.
Dice la ciencia que tres puntos en el espacio forman un volumen, dos un plano y uno, sólo un punto. Pero, ¿quien sabe qué forma tiene alma? Hay fotógrafos que han logrado transponer la bidimensionalidad en que se basa la fotografía y registrar la forma de la ausencia. Y, en cada una de las fotografías de Emiliano Fernández, es posible ver el alma.
UCEMA
Reconquista 775
Buenos Aires
Lun a vie de 14 a 19 hs.
Poco antes del cuarto milenio antes de Cristo, hicieron su aparición en la historia los primeros sistemas de escritura como una manera de registrar la palabra hablada y el pensamiento del hombre. A los sistemas logográficos, como la escritura china, que representan en un morfema una palabra completa, le siguieron otros más precisos, como el abúgida, en los que cada signo simboliza a una consonante ligada a una cierta vocal, y más tarde los sistemas alfabéticos, todavía más detallados. En el siglo XIX, la fotografía se sumó a los artefactos de contar el pensamiento, de exhibir el mundo, de mostrar las diferentes formas que tiene el alma.
La ausencia indescriptible que está presente en el vapor de las nubes, en la ósmosis de las plantas, o en el amor por un hijo, tuvo, desde el principio de la memoria del hombre, varios nombres: conciencia, psique, alma, espíritu. Y, desde siempre, la humanidad ha intentado mostrar esa presencia.
Las fotografías de Emiliano Fernández son justamente el registro de eso que no está. Porque, ¿qué son, si no estas fotografías de las marcas misteriosas hechas por endriagos en los árboles, del dibujo de años de lluvias en un muro, de los pescados que navegan en las aceras, de las redes que encierran paredes, de las ventanas abiertas en troncos de árboles, o de pájaros encerrados en jaulas de papel? Imágenes hilvanadas en un largo viaje iniciático por países lejanos.Registro de la ausencia alimentado en recuerdos que se vuelan rápidamente. Materias plasmadas como una estampida del alma.
Dice la ciencia que tres puntos en el espacio forman un volumen, dos un plano y uno, sólo un punto. Pero, ¿quien sabe qué forma tiene alma? Hay fotógrafos que han logrado transponer la bidimensionalidad en que se basa la fotografía y registrar la forma de la ausencia. Y, en cada una de las fotografías de Emiliano Fernández, es posible ver el alma.
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